Esta obra del maestro de la escuela barroca sevillana muestra el esplendor de esta etapa pictórica. Desde la izquierda de la composición hacia el centro, encontramos a la Virgen María, que se encuentra ascendiendo hacia los cielos, como si estuviese en pleno movimiento. María va vestida con los colores propios instaurados por el dogma de la Inmaculada Concepción, blanco y azul, rodeada, sujetada y portada por ángeles semidesnudos. Sus ropajes se mueven como si la velocidad de la ascensión provocase el viento, siendo las figuras muy dibujadas y de un carácter muy etéreo.
En la parte inferior, encontramos ángeles niños que celebran el acontecimiento, y en la parte superior, las cortes celestiales y Jesucristo esperando su llegada. La escena musical se encuentra en la parte central derecha, donde se sitúa el coro celestial formando un rompimiento de gloria en toda la composición. Se trata de una composición pictórica llena de movimiento, contraste, dinamismo, teatralidad y muy ornamentada.